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IV NICOLE EL ENCANTO DEL IMPOSIBLE

IV NICOLE EL ENCANTO DEL IMPOSIBLE

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 –Mara, tenemos que arreglar el problema de Dan.

–Si lo ha creado él, que lo arregle él. O Louise.

–Mara, cariño, Dan hubiera confiado en nosotros.

–Alfred, aquí el único que parece no saber cómo están las cosas eres tú. La Ferlinghetti está precintada por el FBI, y lo estará hasta que no se aclaren circunstancias que nunca podrán aclararse. El sistema principal de ordenadores no se encuentra operativo a raíz de que Louise se metiera con Dan en el Laboratorio a realizar no sé qué tipo de experimento, seguramente un implante biotecnológico. No lo sé con seguridad, Phil no sabe nada del asunto. Y tú, Alfred, más vale que no aparezcas demasiado porque eres el principal sospechoso de una conspiración que podría considerarse contra los intereses del Estado. De todos modos, Alfred, por ahora todo está bajo control.

Enciende un Marlboro. Con el primer humo parece recapacitar y volver a la situación que ahora impera de verdad. Por unos instantes la había olvidado, hablaba con la misma entonación rutinaria que siempre. Sonríe aliviada y mira a Alfred con satisfacción.

–Bueno, ahora más controlada que nunca. ¿Verdad?

–No sé, no sé. Habrá que ver.

–¿Sabes qué te digo, Alfred? Lo mejor será dejar a Dan donde esté. Si acaso, utilizarlo como uno de nuestros colaboradores del más allá. Dan es una persona que siempre nos será fiel, y en este momento nos necesita.

Según pudo ver Alfred al detener el Tiempo con los ojos puestos en la manera voraz con que las cintas de cuero clarito del zapato de Mara se iban encaramando al modo romano por su pierna, Dan miraba por aquí y por allá, aterrado, con los ojos desorbitados, exhaustos de tanto buscar explicaciones y no poder encontrarlas. En ausencia absoluta de cualquier argumento capaz de hacerle sentir mínimamente seguro. Un Dan completamente perdido, sin ninguna orientación sobre quién era, y dónde se encontraba. Paralizado en un bosque de espinos en cuyo interior resultaba imposible hasta el movimiento más elemental, escuchando aullar con desespero, viendo algunos pinchos subir y bajar de tono cada dos por tres como si estuvieran vivos.

–Mara, Dan no puede ayudarnos porque ha perdido la consciencia de lo ficticio, carece de ninguna realidad.

Alfred no puede evitar dejarse llevar por el recuerdo de tanto como viviera durante las experiencias en que por primera vez se le vino abajo la Ficción y quedó sumido en un grado de realidad tan deslumbrante que a duras penas pudo asimilar. Estando inmerso en ella, y menos aún después de que regresara a la Ficción.

–En la Realidad se hace impactante tanta Realidad, mientras que en la Ficción cualquier atisbo de Realidad se hace puro espejismo– se dice.

Y entiende que Mara no lo pueda comprender así porque al seguir sus pasos por el camino de retardar el Tiempo, entró en la Realidad de un modo consciente desde el primer día. Se da cuenta que una cosa es entrar en lo Real de un modo consciente y sistemático, por medio de un acto de voluntad que se decide cuando se desea y se puede, y la otra verse proyectado desde el mundo de la Ficción donde todo es apariencia y engaño, y aparecer de pronto en la Realidad donde todo existe por sí mismo con una coherencia indestructible. Inevitablemente, de lo primero que uno se sorprende al entrar en la Realidad es de no saber quién es.

Un grado de realidad que asusta, nunca mejor dicho, se dice. Asusta y desconcierta porque la Ficción podemos construirla y modificarla, pero la Realidad no. Es como es. Es. A secas.

Para Mara, Alfred ya no resultaba un desconocido a quien conocer y tener que subyugar, con el que rivalizar por alguna supremacía. No, todo lo contrario, Alfred se le había hecho muy allegado, más por compartir lo que ahora compartían que por ningún trato previo que hubieran podido tener. Compartir lo Sobrenatural une definitivamente o distancia para siempre.

 Pone de manifiesto uniones existentes en otras dimensiones, sujetas a otro Tiempo, pactos sellados para acometer gestas incompletas que ha llegado el momento de coronar. Para entrar de la mano en los confines de la Inmensidad hay que caminar muy juntos, se dijo Alfred viendo volar a Mara por un espacio insondable.

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